UN ATARDECER
Un día que no fui, uno, aquel que puedo ahora recuperar desde cualquier punto. Siempre que no cierre los ojos, siempre que, volviéndolos a cerrar, vaya tan sólo a ver el atardecer.
Aún, cuando sonaban aquellas palabras como objetos no conocidos que había que entrelazar con aquello que, no siendo ellas, había también que entrelazar y así coincidían en la palabra fábula, atardecer o camisa.
La camisa era blanca y la falda azul y el sol amarillo. Los árboles verdes y las farolas no sé porque no llegué a ir nunca de noche a ver el atardecer por donde voy ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario